viernes, 8 de noviembre de 2013

Presentación

Cuando estás a punto de cumplir 30 es inevitable analizar cómo has gastado tus años mozos. Personalmente estoy bastante satisfecho, pero había algo que me faltaba en la lista. Ese deporte tan exótico para algunos (habitantes de interior o de costas calmadas) y tan común para otros (aquellos que tienen la suerte de vivir a la orilla de un gran océano): el SURF. Hacía 2 años había hecho media hora de cursillo en Zarautz con una tabla de corcho del Decathlon y unas espumas bastante potentes.

Un cambio de dígito es la excusa perfecta para probar algo nuevo, así que decidí engañar a mis amigos para que se apuntaran conmigo a un surfcamp. Con casi 3 meses de antelación ya habíamos reservado nuestra plaza, así que con la ilusión y las ansias me puse a documentarme por internet. Foros, webs, youtube, etc,… hasta que por casualidad descubrí que, aunque no es el mejor sitio, se puede practicar surf en la costa mediterránea de Barcelona. Con el subidón, me puse a buscar tablas de segunda mano, más para ver cuánto costaban que para comprar una, hasta que encontré mi futura tabla, y sin ni idea de surf ni neopreno, le hice una oferta que no pudo rechazar. La misma tarde que recogía la tabla, me compré un neopreno, y vuala, ya tenía todo lo necesario.

El primer día que me dirigí a la Caleta de Montgat con mi neopreno y tablas nuevo fue apoteósico. Solo ponerme el neopreno dentro de mi Seat Ibiza ya fue casi media hora. En el agua había algo que yo jamás había visto antes, gente surfeando en el Mediterráneo  Con la sensación de que todo el mundo me miraba como diciendo “donde va este pringao?” me metí en el agua. Ahí descubrí que simplemente subirse a la tabla y remar, como había visto en muchos vídeos  no era tan fácil como parecía. Las espumas apenas tenían fuerza, nada que ver con lo que me había encontrado en Zarautz 2 años antes, así que me fui para donde estaban todos, al pico. Allí descubrí que sentarse en la tabla era imposible! Mientras todo el mundo estaba en relajado, hablando de sus cosas, yo intentaba domar el toro mecánico que tenía por tabla. Así que decidí esperar las olas con la tabla agarrada en un lado y haciendo pie de puntillas. Aquella sesión se saldó con una “llevada de ola tumbado”, pero fue suficiente para engancharme.

Todo este rollo de presentación es para que entendáis de donde vengo, y sobre todo, para que aquellos que alguna vez os lo habéis pensado y os ha tirado para atrás el "aquí no hay olas" o "soy demasiado mayor para aprender" os lancéis al mar. Como prueba os dejo un par de fotos de las cosas que hago ahora después de dos años metido en esto, viviendo en Barcelona y viajando cada vez que puedo a al Cantábrico.

Zarautz - Arbil de 2013

Laredo - Junio de 2013